Descarbonización
Principios y acciones regulatorias de la descarbonización energética que contribuyen a un marco sostenible y eficiente para combatir el cambio climático
El cambio climático es el mayor reto medioambiental en la actualidad y la preocupación social al respecto va en aumento cada año. El Acuerdo de París, de 2015, fue decisivo para pasar a la acción, ya que 195 países aprobaron limitar el incremento de la temperatura global a 2 °C a finales de siglo respecto a la era preindustrial y proseguir los esfuerzos para reducirlo a 1,5 °C.
¿Qué es descarbonización?
La descarbonización es el proceso de reducción de emisiones de carbono, sobre todo de dióxido de carbono (CO2), a la atmósfera. Su objetivo es lograr una economía global con bajas emisiones que consiga la neutralidad climática a través de la transición energética.
El ser humano, al quemar combustibles fósiles para el desarrollo de su economía, ha incrementado las emisiones de CO2 —uno de los causantes del efecto invernadero, y por tanto del calentamiento global y el cambio climático—. Para lograr la descarbonización es necesaria la transición energética , un cambio estructural que elimine el carbono de la producción de energía. Se trata de electrificar la economía en base a energías alternativas limpias que emitan únicamente lo que el planeta puede absorber.
Iberdrola cree firmemente que la transición a una economía neutra en carbono a 2050 es posible y tiene sentido económico. La descarbonización de la economía, además, es una gran oportunidad para crear riqueza, generar empleo y mejorar la calidad del aire. Por eso, el grupo se ha comprometido a abanderar la transición energética, un camino que emprendió hace ya 20 años y que le ha llevado a invertir 120.000 millones de euros desde entonces. Además, invertirá 47.000 millones de euros hasta 2025 para permanecer así a la cabeza de la revolución energética, lo que permitirá a la compañía superar los 100 GW de capacidad instalada, más del 80% renovable, al final de la década.
El entorno regulatorio es clave para evolucionar, con el menor coste posible, hacia vectores energéticos y usos finales más eficientes y libres de emisiones, propiciando una descarbonización eficiente.
En los últimos años, Europa es quien está impulsando de forma más decidida la transición energética mundial, respaldando con objetivos y políticas regulatorias la consecución de una economía baja en carbono. El Acuerdo Verde para los europeos (European Green Deal), publicado a finales de 2019, es la estrategia de la Comisión Europea para lograr la neutralidad en carbono a 2050 y mejorar la competitividad, desacoplando el crecimiento económico de la utilización de recursos.
Esta mayor ambición climática se ha ratificado en la Ley Climática de junio de 2021, en la que se ha aprobado el compromiso de neutralidad en carbono a 2050 (vs la hasta ahora vigente reducción del 80-95 % respecto a 1990) y se ha incrementado el objetivo de reducción de emisiones a 2030, pasando del 40 % al 55 %. Esta modificación al alza supone revisar y reformar toda la regulación de energía y clima existente, a través del paquete llamado "Fit-for-55", cuya tramitación se desarrollará durante los dos próximos años.
Adicionalmente y para promover la reactivación económica, la Unión Europea ha aprobado los fondos Next Generation EU, un instrumento extraordinario de 750 millones de euros para la recuperación tras la crisis del COVID. Parte de estos fondos se dedicarán a la implantación de las medidas necesarias para alcanzar estos objetivos climáticos, de acuerdo con lo descrito en los Planes de Recuperación y Resiliencia desarrollados por cada uno de los Estados Miembro.
Descarbonización eficiente
La descarbonización eficiente es aquella que logra avanzar en la neutralidad en carbono con el menor coste posible, propiciando que cada uso final de la energía reduzca sus emisiones utilizando la alternativa más competitiva.
La electricidad es el vector energético que permite una mayor integración de renovables y, por ello, es la opción más eficaz para descarbonizar otros sectores económicos al menor coste. Además, es la única alternativa que mejora la eficiencia energética, el principio básico de la descarbonización.
Sin embargo, hay ciertos usos finales de energía para los que la electrificación no es posible o competitiva. En estos casos, la reducción de emisiones requiere el uso de combustibles descarbonizados, que se encuentran en un estado tecnológico inicial y cuyo coste aún es muy elevado.
Descarbonización del sector eléctrico
El primer reto de una transición energética eficiente es descarbonizar al máximo el sector eléctrico, el más favorable para lograrlo de manera inmediata y competitiva, gracias a la creciente integración de las energías renovables en su mix de generación. Se espera alcanzar en torno al 65 % de generación eléctrica renovable en 2030 y el 85 % en 2050, lo cual requiere ciertas actuaciones:
- Impulso a las renovables, incentivando los mecanismos competitivos.
- Desarrollo y digitalización de la infraestructura de red, con un marco regulatorio estable y predecible.
- Establecimiento de mecanismos de capacidad, que aseguren la firmeza y flexibilidad necesaria al sistema de forma sostenible.
- Fomento de almacenamiento eficiente, para facilitar la gestión de la alta penetración de las renovables.
Electrificación de la economía
El segundo reto es descarbonizar otros sectores de la economía mediante una mayor electrificación, principalmente en el transporte (a través del vehículo eléctrico) y la edificación (a través de la bomba de calor eléctrica). Para ello, se deben sentar las bases para la creación de un terreno de juego equilibrado entre energías:
- Estableciendo una fiscalidad medioambiental homogénea (todas las energías asumen el coste de la descarbonización), basado en el principio de "quien contamina, paga".
- Eliminando las barreras a la electrificación, limpiando las tarifas eléctricas de costes ajenos al suministro y fomentando los usos finales eléctricos.
Descarbonización de otros usos no electrificables
Hay ciertos usos del consumo —como el transporte marítimo, la aviación, el transporte pesado o la industria a alta temperatura— para los que la electrificación no es posible o competitiva. En estos casos, será necesario utilizar combustibles descarbonizados para alcanzar la neutralidad en carbono, si bien su desarrollo tecnológico es aún inmaduro y su coste, por tanto, muy elevado en estos momentos.
Estos nichos representan el 16 % del consumo energético y de las emisiones de la UE, por lo que su impacto en el cómputo total es menor y pueden ser descarbonizados más adelante, cuando las tecnologías que requieren sean más competitivas.
Para avanzar en su madurez tecnológica, se debe impulsar el I+D en estas soluciones limpias, involucrando a la industria implicada para optimizar la descarbonización de sus procesos.
Iberdrola, que ya fue pionera en la apuesta por las renovables, desarrolla un gran proyecto de hidrógeno verde a partir de energía solar fotovoltaica en Puertollano y, para 2030, espera producir 350.000 toneladas al año de H2 verde.